Se lo conocía de muchas maneras a Ollantay, él era nada menos que el Titán de los Andes, pero también un fabuloso líder en la batalla con su gente, pieza muy importante para el Inca cuando lo ayudaba en las guerras. El Inca ofreció a Ollantay todas las riquezas del mundo por su manejo en la victoria de su pueblo.
Nadie podría matar a Ollantay porque era muy fuerte y en la batalla nadie le hacía frente, pero en el amor era un principiante y no podía controlar sus sentimientos por Coyllur que también lo amaba y reclamó a su padre por prohibir su amor. Ella en forma de castigo tuvo que ir a un templo para encerrarse por siempre, lo que el Inca no sabía es que Ollantay rompería nuevamente las reglas para meterse en un lugar sagrado y raptarla hasta su muralla.
Cuando fueron encontrados por las fuerzas del Inca que jamás permitiría la unión de su hija con un hijo de la tierra, ella se echó la culpa sin que él lo permita. Lo siguiente fue la condena, muy dura para ambos, no solamente que no estaría juntos nunca, sino que además le quitaron la vida a Ollantay y Coyllur quedó por siempre desterrada de su pueblo para estar sola.