Todos los dioses se encontraban reunidos para terminar de definir quien sería el sol de la tierra, allí se ofreció el más arrogante
de todos y él pensó que podría ser quien dé luz al cielo, en la hora del sacrificio en las llamas del fuego él se acobardó, por eso es que se metió en las mismas el dios que había elegido la multitud, enseguida, el arrogante Tecuciztécatl se metió por detrás, al poco tiempo pudo verse en el cielo una luz que cegaba de lo brillante, era el sol Nanahuatzin y luego más tarde en la noche con una luz más tenue salió Tecuciztécatl.