Por el sureste de Tepique, cerca del año 10, había un reino que era sobresaliente por los trabajadores hombres y
El excelente poderío y ganas de trabajar mantuvieron la paz a los alrededores. El rey tenía una hija llamada Mololoa, tenía una belleza extraordinaria. Para que pudiera ser una cosecha buena y mejorara la cacería, hacían danzas en las fiestas de EL maíz y la caza de venado. Sanganguey, llevaba a su mando varias tribus de indios, era muy valiente y provenía de familia de gigantes, quienes llamaban la atención por su crueldad.
El pueblo se organizó a danzar a sus dioses en un lugar llamado el Tauta, con los tamborea soñando y las plumas tan llamativas. Un enviado de Mazacoatl le avisaba que los Sanganguey en cualquier momento llegarían. Todos escuchaban al rey quién daba instrucciones para atacar. Cuando por fin llegó el temible SANGANGUEY, y al ver a la princesa Mololoa cayó rendido a sus pies, así que se quedó como huésped no como enemigo, con alegría regreso la fiesta que tenían, pero el desenfreno sanguinario lo hizo que si llevara a la princesa Mololoa sin consentimiento de nadie, así que ahora sí mandaron a buscarlo a todo el pueblo y alrededores.
Dice la leyenda que Mololoa comenzó a llorar y sus lágrimas hicieron un río, que en honor a ella lleva el nombre de Mololoa. Los Dioses llenos de irá castigaron al guerrero aventándolo al valle de Matatipac y vomitando por su agonía. El cuerpo quedó petrificado y con el nombre de SANGANGUEY.