Había una iglesia en donde se recolectaban los diezmos todos los días de misa, resulta que en la
misma comenzó a desaparecer el dinero, querían saber quien lo estaba robando y por eso pusieron a un sereno para que se haga cargo de cuidarlo hasta las últimas consecuencias y pudieran encontrar al culpable, el sereno rezó para que se revele la persona ladrona y allí entró al templo una mujer con vestido negro a quien siguió el sereno en el grito de que ella era la culpable, una vez que estuvo cerca se dio cuenta que ella no caminaba, sino que estaba sobre el piso y gritó con todas sus fuerzas que era un fantasma, entonces salió corriendo.